miércoles, 25 de octubre de 2017

La semilla eterna.

Hoy hemos contado en clase este cuento. A petición de los niños, lo he transcrito. Ya podéis leerlo en casa cuando os apetezca:

Hace mucho tiempo, en la antigua China, vivía feliz una familia compuesta por una mamá, un papá y su hijita.

Cierto día llegó un soldado a la cabaña de la familia. Venía armado hasta los dientes, y con cara de pocos amigos. Llamó a la puerta preguntando por el padre. "Sí, está aquí" - dijo la mamá - ¿Qué queréis de él?" "Que salga inmediatamente" - respondió el soldado. "El ministro de la guerra ha convocado a todos los hombres del imperio para luchar contra los ejércitos mongoles. Le espero en la puerta"- dijo - "Que se de prisa. Tenemos que partir al frente ahora mismo".

La familia empezó toda ella a llorar. No querían que el papá se fuese, porque a la guerra solo se va a matar o a morir. El papá, llorando, hizo apresuradamente el equipaje; luego se abrazó a la mamá y a la hija y les dijo: "No os apenéis". Sacó una semilla del bolsillo y añadió: "Esta semilla que os doy es mágica. Sembradla y regadla cada día justo antes de que salga el sol. Cuando la guerra haya acabado y yo esté volviendo a casa, la planta crecerá y florecerá. Será el aviso de que ya estoy cerca"

Dicho esto partió a la guerra. Esa misma mañana la mamá y la niña sembraron la semilla y comenzaron a regarla. Pero ¡ay! Justo al momento, cuando las dos se entraban a la casa, un gorrión se posó en el tiesto y se la comió.

Al día siguiente, en la guerra, una flecha perdida atravesó el pecho al papá, matándole en el acto.

Pero la mamá y la niña, que nada sabían ni de la muerte del padre ni de la desaparición de la semilla, siguieron regándola puntualmente cada mañana, con la esperanza de que brotase y anunciase el regreso del papá.

Pasaron días, meses, años... Y la mamá y la niña no dejaron nunca de regarla. "Mamá, ¿cuándo nacerá la semilla para anunciar el regreso de papá?" - preguntaba la niña - "Ten paciencia - respondía la mamá - Algún día nacerá, y en ese momento tu padre estará a punto de volver con nosotras"

Y la regaban y regaban. Y el Dios Dragón, poderoso y bondadoso, las observaba. Y apenado de ellas, y también conmovido por su fe y perseverancia, llamó a uno de sus colibríes mágicos y le dijo: "Colibrí, toma esta semilla. Quiero que esta noche, cuando la mamá y la niña se vayan a dormir, la siembres en la maceta que cada día riegan". Así hizo el colibrí.

A la mañana siguiente, la mamá y la niña regaron la maceta. Y ¡oh, sorpresa! de la negra tierra comenzó a brotar una planta. Y ¡oh, sorpresa! La planta creció y en pocos segundos se convirtió en un árbol. Y ¡oh, sorpresa! Del árbol, a los pocos segundos, brotó una flor gigante. Y oh sorpresa, la flor se abrió y de ella salió el papá, vivo y feliz. Corrieron a abrazarse, y se fueron de allí para que los soldados de la guerra no los encontrasen nunca más.

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