"Hace mucho tiempo, en Irlanda, vivía un hombre llamado Jack. Jack era malvado: robaba, mentía, asesinaba, insultaba, se peleaba con todo el mundo... Tan malo era que una noche, un 31 de octubre, a eso de las doce, el mismísmo diablo acudió a su casa y llamó a la puerta:
- ¡Jack! Soy el diablo. Abre la puerta. Vengo a por tu alma podrida y corrompida.
- ¡Noooohh! - Jack tenía miedo - No te voy a abrir.
Entonces el diablo, de un solo golpe, tumbó la puerta.
- ¡Vamos, mequetrefe!¡No me hagas perder más el tiempo!
- Por favor, no me lleves. No quiero ir al infierno - dijo Jack lloriqueando.
- ¡Tienes que venir! Dios me ha enviado a por tí, y así ha de ser.
- ¡Déjame al menos coger la maleta!
- En el infierno no necesitarás maleta, Jack ¡Vámonos!
- ¡Nooooo!
- diablo, seguro que si te dijera que subieras a ese granado y me trajeses una granada sin pincharte, no serías capaz. Dios seguro que podría, porque es todopoderoso; pero tú...
- ¿Qué?
- Pues eso. Que seguro que no puedes cogerme una granada de ese árbol sin pincharte.
- ¡Ahora verás!¡Tiembla ante mi poder, miserable mortal!
El diablo subió al granado sin pincharse ni una vez, y ya tenía en la mano una granada cuando se percató de que Jack había corrido hasta el tronco y estaba tallando con su navaja el signo de la cruz sobre la madera.
- ¡Argghh! - gritó el diablo - ¡Borra esa cruz!¡Quiero bajar de aquí, y con esa horrible cosa que has dibujado no puedo!¡Bórrala, te digo!
- ¡Jajajaja! - rió Jack - No tan rápido, diablo. Si quieres que borre la cruz, primero tendrás que jurarme que nunca jamás vendrás a por mi alma.
- ¡De acuerdo!¡No me llevaré tu alma jamás!¡Pero borra ya esa dichosa cruz!
Jack la borró, el diablo bajó y nunca más volvió a molestarle.
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