Hace mucho tiempo,
en Casas de Don Pedro, vivía un niño llamado Enrique. Enrique era
muy intrépido: todas las tardes, después del colegio, salía de su
casa para explorar todos y cada uno de los rincones que había
alrededor del pueblo. Conocía cuevas secretas, lagunas escondidas y
arroyos llenos de peces y cangrejos.
Un día fue a Mallorca a visitar la playa. Allí se encontró con un cangrejo gigante de 40 kg.
- Hola, me llamo Crab. Soy un cangrejo asesino ¿Cómo te llamas tú?
- Me llamo Enrique. Encantado de conocerte.
- Enrique, tenemos un problema. Yo soy un cangrejo asesino, y como niños. Y tú tienes una pinta...
Enrique salió corriendo como una bala, fue a buscar a su madre, y su madre llamó a la policía.
La policía acudió a la playa con motos y gafas rockeras. También con una red para atraparlo. Pero no pudieron, porque Crab, con sus poderosas pinzas, cortaba las cuerdas como si fueran mantequilla.
Crab se comió a la policía, se volvió al fondo del mar y allí se quedó dormido, en su palacio de arena y coral.
- Hola, me llamo Crab. Soy un cangrejo asesino ¿Cómo te llamas tú?
- Me llamo Enrique. Encantado de conocerte.
- Enrique, tenemos un problema. Yo soy un cangrejo asesino, y como niños. Y tú tienes una pinta...
Enrique salió corriendo como una bala, fue a buscar a su madre, y su madre llamó a la policía.
La policía acudió a la playa con motos y gafas rockeras. También con una red para atraparlo. Pero no pudieron, porque Crab, con sus poderosas pinzas, cortaba las cuerdas como si fueran mantequilla.
Crab se comió a la policía, se volvió al fondo del mar y allí se quedó dormido, en su palacio de arena y coral.
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